El Adicto y la Embajadora
Esa noche decidí quedarme a dormir en el portal de la casa de la embajadora, habían pasado mas de diez años desde que ya no vivía en la casa de al lado con mis padres y seguro ya no era embajadora pero así es como yo la conocí de pequeño y siempre la recordé de esa manera. Ella sería mi despertador cuando buscara la leche por la mañana en la puerta de su casa, espero que me reconozca antes de pegar un grito y despertar a todo el barrio. De cualquier forma, como despertador, funcionaría. Eran días amargos, y no lo digo solo por el sabor de la ginebra barata que me acompañaba a todos lados y a todas horas sino porque mi vida se encontraba en una calle sin líneas, no habían limites ni puntos de referencia y además no aparecía por ningún lado el letrero de vuelta en U. Debí haberle hecho caso a los comerciales que repetían que no hay que manejar borracho, mucho menos por las calles de mis días, llenas de huecos, curvas repentinas y tan abandonadas como aquellas carreteras que cruza...