Como Cuando era Pequeño
Un
sentimiento muy particular lo inundó, se perdió por unos segundos en un mundo
de alguien que creía olvidado, de alguien que se había quedado en sus años de
temprana niñez. Ya no tenía 4 ni 5, casi 2 décadas habían pasado desde eso,
pero algo detonó la precisa molécula en su cerebro que tenía que activarse para
que súbitamente toda la escena que se desenvolvía esa tarde en su cuarto reviviera
memorias de aquellos tiempos, tiempos teñidos por imágenes y texturas provenientes
de sus mas preciadas posesiones: los invencibles muñecos de superhéroes, los
cientos de legos de todas las formas y colores (y claro, ¡sus mega
construcciones!), sus libros de dinosaurios que lo hacían soñar despierto, sus caballos
de peluche, compañeros eternos a la hora de dormir, y muchísimos mas tesoros
que componían su egocéntrico mundo en donde él tenía lo mejor que existía, cada
juguete mejor que los de cualquier otro niño.
Recordó
a una tímida niña entrando en su reino, hija de una amiga de su papá, quien llegó
a su fortaleza y se puso a observar detenidamente todos sus juguetes. Caminó al
centro de su cuarto, cargaba una pequeña loncherita amarilla, levantó la mirada
y se puso a ver el abanico de aspas de crayolas azul, verde, amarilla y roja
que giraba lentamente encima de ambos. Luego de que la nana los presentara, él
recuerda perfectamente un sentimiento que jamás olvidaría, uno que lo llevo a
darle un rápido besito en el cachete que ella con disimulo se limpió.
Cuando
se sentaron bajo el abanico, él, con motivo de presumir lo mejor de su botín,
abrió un cajón debajo de su cama y saco un gran dinosaurio rojo, se lo dio diciéndole
que podía jugar con él, el tiranosaurio mas fuerte de toda la tierra (añadiendo
que no le gustaba correr porque ya una vez se le había salido la pierna). La
niña que parecía tan tímida saco de su loncherita amarilla un deportivo rosado
con dos muñecas Barbie adentro y le dijo que su carro era mas rápido que su
dinosaurio, devolviéndoselo inmediatamente. Él de una vez empezó a sacar más
dinosaurios, diciendo que unos eran más rápidos que su carro y que otros
podrían sin dificultad alguna aplastar a sus muñecas. Ella, muy segura de si
misma le decía que no, que era imposible alcanzar a su carro y comenzó a sacar
ponys de todos los colores y libros que hablaban cuando apretabas botones en
sus paginas. Así paso la tarde, cada uno jugando con los mejores juguetes del
mundo.
20 años
después allí estaban ella y él en el mismo cuarto, nuevamente dos amigos que se
acababan de conocer. Él le contaba de sus novelas favoritas y ella le decía que
prefería la filosofía. Compartían el gusto por muchas bandas pero él no
soportaba la música clásica que a ella le encantaba. Escuchó atento los planes
que ella tenía para cuando terminara la maestría y él le contaba su sueño de
ser guitarrista. Cuando ella le menciono su deseo de irse a Europa él contesto
que seguramente se iría a los Estados Unidos, ambos mostraron una leve
tristeza, o quizá fue solo él.
Al fin
entendió lo que le hizo recordar sus años de niñez. Le había mostrado su
guitarra y le había puesto su música. Ella le había recitado sus poemas. Todo
sucedió tal cual harían los dos niños que una vez fueron. La diferencia era que
esta vez él no quería demostrarle nada, quería que ella viera en él algo
valioso, que supiera todo lo que se llevaría si lo elegía a él, porque él ya la
había elegido a ella. Le faltaba una reina para su reino, él quería regalarle
los mejores juguetes del mundo, esperando que ella jamás se atreviera a jugar
con el único que conservaba desde que nació, el mismo que le dijo que le
regalara el beso a esa niña, a esa niña que nunca se lo devolvió.
te quierooooooooooooooo, me conmovio
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