Ovejas, Soñadores y Locos

Algunas personas nacen buscando desesperadamente dejar una marca, una pequeñísima cicatriz en la inmensidad de la historia, una historia que cada día crece más mientras ellos se vuelven cada vez más y más pequeños. Son como una estatua de piedra llena de mariposas alborotadas. Muestran una calma aparente, mientas que en su interior, detrás de sus ojos inquietos, hay una lucha permanente. ¿Cuántos serán los desdichados que están en la búsqueda de alcanzar algún tipo de gloria o aruñar un libro de historia?

Los conformistas son personas más realistas, son unas ovejitas muy listas. Les gustan los papeles con firmas y las palabras precisas. Son los más sanos y mejor educados, muy preparados y siempre ensacados. No hay que hacerles caso a los artistas, a los soñadores o a los idealistas. Aquellos actúan sin consentimiento de los demás, no entienden que las órdenes son por su propio bien y muestran no más que desdén. 

Es triste que no a todos los soñadores se le pueda distraer con televisión y tanta diversión. Ignoran las bellas luces de la ciudad y se enfocan en una supuesta luz interior. Muchos de estos individuos se la pasan intentando brillar ¿se creen luciérnagas, hechos de metal, o será que tienen algún desorden mental? Claro que yo he visto personas brillar, pero quizá sea solo el reflejo de algún farol, o la luz de la luna reflejada en el mar.

A esta gente no se le conoce destino alguno, pero aun así siempre aparentan un gran apuro. A veces actúan como si el tiempo fuera cianuro. Una vez me dijo alguno que la realidad es solo una ilusión compuesta por palabras en la cabeza. –Que loco– pensé, mientras el me invitaba a ahogar mi ilusión (¿desilusión?) en cerveza. Después de unas cuantas no pensé estar en lo correcto con respecto al loco, 

pero a la mañana siguiente eso se me olvido,

mientras veía el noticiero de las ocho.